viernes, 1 de febrero de 2013

QUE SE VALLAN TODOS


LA NUEVA PROTESTA POPULAR.



Es así de simple: la gente no se siente representada y toma las cosas en sus manos. El gobierno lo sabe pero interpreta esta realidad de una manera distinta, casi infantil, como lo demostró el último discurso de la Presidente en la Casa Rosada. Convencida del éxito “del modelo”, lanzó cifras al aire, agredió de palabra, una vez más, a los jueces, a los empresarios, a los sindicalistas que intentó contentar con la nueva norma sobre el impuesto a las ganancias y desgranó los lugares comunes, optimistas, que sólo interrumpieron los aplaudidores invitados especialmente para escuchar y mostrar alegría. Las apariencias adquieren un valor especial en estos momentos de la vida política.
MAS MENTIRAS Y DAÑO A LA ECONOMIA NACIONAL
Más allá de este tema recurrente, constante y ratificador de lo que anunciamos el año pasado en el sentido de que éste sería un verano muy difícil y peligroso, el futuro político del oficialismo tiende a complicarse de una manera exponencial y compleja.
Por un lado y contrariando la visión de Cristina W., la economía muestra fallas que ya no pueden ocultarse. Los índices correspondientes a este enero que finaliza registraron más de tres puntos que proyectaron una inflación potencial para fines de 2013 de más del treinta y tres por ciento, con lo que la Argentina cruzará el umbral hacia la hiperinflación, la misma que derrocó a Raúl Ricardo Alfonsín y que ahora, agravada, lleva en sus entrañas un potencial estallido social.
Por ende, hasta podría modificar el curso de los acontecimientos que repercutirán en toda la región, ya alterada por la crisis venezolana.

Cristina disimula este componente del escenario y en su fuero íntimo especula con el sueño de ser la reemplazante de Hugo Chávez en el liderazgo de la izquierda latinoamericana.Pero no nos apartemos, por ahora, de lo que sucede y podrá suceder dentro de nuestras fronteras.
Olivos fue un hervidero nervioso y casi descontrolado que, no obstante, produjo algunas decisiones.
La primera apuntó a contentar al sindicalismo opositor con la mejora salarial que significa la drástica reducción del impuesto a las ganancias, que quita del presupuesto nacional la bonita suma de tres mil millones de pesos, un agujero financiero que el gobierno no sabe cómo rellenar.
En estudio está la posible modificación de la moneda y disimular una devaluación. Encubierta (no sabemos cómo lo harán) para no dar el brazo a torcer mientras se busca suavizar el impacto inflacionario que provocará, la medida forma parte de un paquete todavía no resuelto pero que especialmente podría apuntar a los bancos con el argumento de que fue el sector de la economía que con mejores balances cerró la actividad anual.
Si se sigue este camino, sin duda habrá repercusiones de todo tipo que auguran más dificultades encadenadas entre sí, en tanto el campo está alertado después de las ponderaciones que introdujo Cristina en su discurso. Obviamente, surgirán resistencias pues la situación del sector dista de ser la mejor pese a la opinión presidencial.
El voluntarismo pretende convertirse en el factor determinante de la política a seguir.
Complementariamente, se buscaría tener algún “chivo emisario” y éste podría ser la presidente del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, quien sería reemplazada no por un técnico en la materia sino por un político que se adaptaría ampliamente a la visión presidencial y de sus asesores.
Así, durante las primeras horas de ayer, surgió el nombre del gobernador Capitanich, pero con el correr de las horas esta cuestión tan importante quedó relegada en los trascendidos que van y vienen en un fiel reflejo de la situación.
La señal más importante de lo que ocurre en las altas esferas del oficialismo es precisamente ésta, es decir, el confuso rumbo a seguir será eminentemente político, concepto que primará sobre los puntos de vista estrictamente económicos pese a que fue el ex ministro Domingo Cavallo quien, en una reunión reservada, le dijo a Cristina con todas las letras que, si no se modificaba el rumbo, su gobierno caería directamente en el abismo, con todas las consecuencias que esto implicaría no sólo en el proceso electoral de este año, sino también en el terreno institucional.
Todo un tema.
Mientras tanto y aunque no lo reconozca, el cristinismo -mejor dicho, la misma Cristina- no puede superar emocionalmente el peso que tuvo el 8N, cuyo mensaje no entendió Aníbal Fernández.
El hoy senador nacional aludió a que la movilización de casi dos millones de personas en todo el país -y varios centenares de miles en la Capital Federal- reunió a personas de distinta extracción que, con carteles diversos y lemas diferentes, expresaron lo que no quiso entenderse: la disconformidad por una situación económica y social que llevaba adosada lo que señalamos al comienzo de este comentario: la irrepresentatividad de quienes ocupan el lugar de la dirigencia.
La gente lo dice, lo repite cada vez con más fuerza y ahora tiene un argumento de verdadero peso y significado concreto: el primer aniversario de la tragedia ocurrida en el Sarmiento, con su más de medio centenar de muertos y centenares de heridos. La organización del 22F está en marcha y una vez más juegan un rol destacado las redes sociales de comunicación.
La concentración que se planifica prevé desembocar en el Congreso de la Nación y trasladar a los legisladores algo más que el mal humor por la falta de respuesta gubernamental.
En verdad, será un mensaje de relevancia dirigido a la misma Cristina, a la que se le reprocha que, como siempre hace el kirchnerismo en la adversidad, evadió su responsabilidad durante la tragedia y se refugió en El Calafate, sin atender, además, las gravísimas irregularidades de quienes lucraron con subsidios y se rieron de todo el país.
También los políticos recibirán lo suyo por la desaprensión de la mayoría y la falta de protagonismo, lo que incluye la inseguridad pública, los asesinatos que crecen desaforadamente, los asaltos brutales, los robos a mansalva y una legislación acusada de favorecer a los delincuentes y desatender a las víctimas.
Para decirlo con más claridad, la protesta apunta directamente al progresismo con toda su carga ideologizada, que impide a los responsables desempeñarse como esperaba la mayoría.
En fin, la nueva protesta popular será nada más que una etapa en el proceso de degradación por el que transita la ex República y se quiere revertir.
Por cierto, el próximo 22 de febrero no concluirá con un estado de cosas que abarca a todos los sectores de la vida nacional y que ha despertado un estado de conciencia con relación a problemas profundos que, incluso, han superado de golpe la campaña propagandística desatada desde el gobierno de Alfonsín, que no supo frenar a tiempo y desató un proceso que hoy complica severamente la paz argentina al desatar la persecución a todo lo que lleva uniforme.
Así, también podemos agregar que el grave problema de la inseguridad ha calado hondo en la opinión pública y nos referimos tanto a la que se relaciona con el delito común como a la indefensión del territorio, un tema que se las trae y tendrá proyecciones que implicarán toda una definición.
Entre tanto, el proceso político asiste a un fenómeno que sólo puede explicarse por la alteración emocional de Cristina Wilhelm Fernández viuda de Kirchner, quien ya no encuentra con quién pelearse. Esta reflexión incluye al peronismo, que ya tiene amplios sectores que militan en la oposición.
Casi una decena de gobernadores han dado muestras de no aceptar un gobierno unitario que pretende quitar de su esfera política a los Intendentes por ser éstos los que están más relacionados con los votantes -o los punteros, si se prefiere-, lo que constituye toda una demostración de las necesidades kirchneristas para enfrentar las próximas elecciones legislativas.
También expone con crudeza que no se detendrá ante nada para perpetuarse en el poder y que, si esta posibilidad existe, el primer paso es la pelea por la confección de las listas, un asunto que ya comenzó a manifestarse.
Por un lado, el gobierno intentará, por todos los medios, controlar el proceso de la confección de las listas de candidatos mediante la inclusión -excluyente- de jóvenes de La Cámpora, piqueteros leales y otros elementos que serán elegidos personalmente por Cristina; por el otro, los verdaderos dirigentes justicialistas y posiblemente con algunos aliados, con los que se formaría un frente siempre tan afecto a la estrategia del peronismo, crearán sus propias listas.
Las mismas diferencias que se dieron en el pasado volverían a repetirse y para ello ya se produjo la división sindical, que podría superarse mediante la cooptación de la corriente que representa Caló.
Coincidentemente, la primera decena de gobernadores -incluido Daniel Scioli, que gobierna al primer distrito electoral del país- ya decidió enfrentar a Cristina o, simplemente, desconocerla.
Quienes saben de estas intimidades más de lo que se ha publicado repiten que el olfato peronista por el poder es tan fuerte como la resistencia al ideologismo de izquierda, el mismo que fue vencido en los años setenta.
Por cierto, las semejanzas son más amplias que lo que hoy mencionamos y obligadamente habrá que volver a ellas en la medida que avance la peligrosa complejidad que se ha instalado en la Argentina.

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